Hoy, en el digital «Vozpópuli», Rubén Arranz escribe un artículo titulado «Los periodistas «presionarán» para que se retome la ley orgánica que reforzará la protección de sus fuentes». Sin entrar a detallarlo, para que lo lea, el propio título me ha llevado a pensar en las «fuentes» dentro de la investigación privada, es decir, en la esfera de los detectives (en España).
El tema de las fuentes en el periodismo (desde mi lega visión) puede definirse, o al menos ilustrarse, con el artículo 3 de ese proyecto de Ley, que dice así: «El secreto profesional ampara y obliga a los y las periodistas a proteger la identidad de sus fuentes con las excepciones previstas en la presente ley orgánica». Esto es compartido por todos e incluso podríamos decir que aceptado a nivel social, dado por cierto, como una verdad inalterable, axiomática. El periodista siempre ha trabajado con fuentes con el ánimo de exponer públicamente la información que obtiene (de hecho siempre se ha dicho y enseñado que el periodismo ejerce como controlador del poder en estos aspectos. Para una mayor reflexión a este respecto que sé, a día de hoy, puede ser cuestionado, recomiendo el artículo titulado «¿Por qué es tan necesario hoy el periodismo?»). En cambio, la cosa cambia cuando nos acercamos a la realidad del detective privado, al menos en España. Sí, sé que es muy posible que aquellos que no conozcan la profesión o mejor dicho, que lo hagan a través de la «sabiduría popular» crean que, efectivamente al igual que los periodistas, estos trabajan con fuentes que les «pasan» información en la oscura noche, en la parte trasera de algún bar de mala reputación o bajo un puente con la única luz de una maltrecha farola, pero no, no es así. También aquellos que conocen los servicios digamos más comunes o que mayor repercusión tienen, dentro del abanico de posibilidades de los detectives privados (en España), pensarán que estos trabajos, centrados en vigilancias y seguimientos, no requieren de ninguna fuente (más allá de la conocida, es decir, el cliente, quien nos aportaría (que no siempre), los datos mínimos necesarios para comenzar). Pero entre una y otra hay un mundo, una galaxia de posibilidades para los detectives privados, sobre todo para aquellos que nos podemos dedicar a aspectos más concretos, como la conocida como «inteligencia empresarial (o competitiva)», donde el servicio, más que operativo (en la calle), es investigativo longitudinal (recopilación y análisis de datos principalmente). Es decir, que el trabajo con fuentes, también ayudaría sobremanera a la investigación privada (y la ayuda). ¿La diferencia, discrepancia, etc. que existe? Que las fuentes, al menos explícitamente, de los detectives privados, ni están protegidas (por ley), ni puede uno acogerse al secreto profesional (más allá por supuesto de su cliente, cuyos datos, conversaciones, etc. con el profesional sí lo están).
Llegados aquí estoy seguro que piensa que, sencillamente, con no decir que se ha obtenido «X» información a través de una fuente, o simplemente no decir nada es suficiente (o incluso decir que no se revelará la fuente y punto), y esto sí que podría (condicional) valer en ciertos servicios, por ejemplo, de análisis de inteligencia (o lo que es lo mismo, aporte clave de información a nuestro cliente (pero vende más el término «inteligencia analítica»)), con el fin de tomar una decisión estratégica, pero no para un informe que tiene como finalidad aportarse como prueba en un proceso judicial. Ahí, todo tiene que estar, no solo, vamos a decir, hilado, sino demostrado e incluso, si me apura, ilustrado (grabado). En una ratificación judicial en donde se aporte en el informe del detective, un documento del que no se conoce la procedencia (cómo se ha conseguido), no tendrá validez. Aquí, todo debe estar demostrado.
La conclusión podría ser que así debe ser, pero ¿por qué a los periodistas sí (lo cual defiendo) y a los detectives privados no? Aquí se abren varias posibilidades que incluso podrían ser complementarias respecto a estos últimos. Lo primero, que no se les tiene, institucionalmente, como profesionales válidos, o incluso diría más, «de fiar». Parecería que fuésemos una especie de carroñeros que van dando tumbos de información en información, y nada, absolutamente nada más lejos de la realidad. La investigación privada, ejercida por los únicos que pueden ejercerla (de nuevo en España), los detectives privados, tiene en estos la representación profesional con los estándares más altos, fíjese lo que le digo, del mundo. Sí ,sí, del mundo. No existen, así de primeras, detectives más cualificados y profesionales en la costra terrestre que los españoles. Pero aún así, no sé por qué, nos tratan como de cuarta o quinta. Y la segunda posibilidad, es la reflexión, tal vez algo más no sé si decir filosófica o política, verá usted, sobre la finalidad de esa información. El periodismo tiene como objetivo aportar, difundir, la información para un bien público mayor (para conocimiento de la generalidad), mientras que las investigaciones privadas lo tienen a nivel privado. Un bien mayor, pero privado. Así que cabría preguntarnos ¿Es menos bien el privado que el público? Aquí se abre un gran abanico. Pero cuidado, porque en muchas ocasiones, este «bien privado», imagine la necesidad de tomar por parte de una empresa con miles de trabajadores una decisión vital que puede influir en cientos o miles de individuos, incluso en ocasiones a aspectos fundamentales, como la economía, puede devenirse público. Al fin y al cabo, todos trabajamos para un cliente privado. Así que sí, podemos pensar que uno está por encima, pero con esta diferencia tan radical, sinceramente, el trabajo del detective privado como figura profesional, una vez más, creo que se menosprecia en España.
Este tipo de cosas ha hecho que los caminos de la investigación privada sigan en nuestro país, ciertos derroteros. Por ejemplo, la investigación OSINT, en fuentes abiertas, sufre un «boom» espectacular, siendo una herramienta indispensable para casi cualquier investigación. Sí, puede que a priori parezca que sea más útil en ciertas tipologías pero, desde la experiencia, al final puede implementarse en cualquier servicio (lo cual se agradece). La investigación HUMINT, que básicamente sería esto a lo que nos referimos (obtener información de fuentes humanas) es algo que siempre se ha hecho, eso por supuesto, y que obviamente, el profesional sabe cómo obtener y manejar, ya que cuando hablamos de fuentes no siempre lo hacemos con el carácter que podemos pensar de obtener información valiosa a nivel nacional de casos de corrupción por ejemplo (en este caso más periodístico), sino el poder averiguar si el investigado vive ahí o en otro lugar preguntando a los vecinos (algo más de andar por casa). Sí, puede parecer sencillo pero se trata de casi un arte (o una técnica) si no se quieren levantar sospechosas. Al final, todas estas, digamos restricciones, son las que hacen que, como profesionales, al tenernos que buscar tanto la vida para absolutamente todo, nos posicionen como los profesionales dentro de la investigación privada, más valiosos del mundo y esto no es una exageración, aunque como diría aquel, ya hemos pasado la prueba, un poco de ayuda, de tranquilidad, de apoyo, no vendrían mal (pero si no llega, seguiremos siendo los mejores).
Así que, ya para terminar, esperemos por un lado que esta Ley del secreto profesional del periodismo salga adelante como los periodistas quieren y que, poco a poco, se vaya tomando conciencia de la necesidad de que las instituciones públicas, ya que legislan, actúan y vigilan a los detectives, los traten como profesionales (cosa por cierto, que ya hacen los ciudadanos, las empresas y los profesionales de otros sectores).